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“Caridad, ¿dónde estás?”

Rvdo. P. Benedict Hughes, CMRI

Este pasado abril se reunieron en Filadelfia políticos, ejecutivos y personas famosas para la llamada Cumbre de voluntarios. Antes de la cumbre, y especialmente desde entonces, se ha hablado mucho del movimiento de voluntarios en este país. Indudablemente, los vientos del voluntarismo se extienden por el país porque ahora incluso los niños se involucran. ¿Debemos regocijarnos por esto que, a todas luces, es un mayor interés por las necesidades del prójimo? Aunque sí aplaudimos los actos de amabilidad, la creciente influencia del humanismo secular debería hacernos recelar de las aparentemente buenas señales en nuestra sociedad moderna. Repasemos algunas enseñanzas básicas de la Iglesia sobre la caridad para ver cuál es la perspectiva católica sobre este movimiento de voluntarios que está de moda.

La caridad propriamente dicha es esencialmente el amor de Dios y presupone el estado de la gracia santificante. El primer mandamiento es amar a Dios con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas. El segundo entre los mandamientos es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Las obras de misericordia, que son actos de amabilidad hacia el prójimo, deben fluir del amor de Dios para ser meritorios. En otras palabras, sin un motivo sobrenatural no hay una recompensa sobrenatural. El catecismo aún más nos enseña que estamos obligados a practicar las obras corporales y espirituales de misericordia según nuestra capacidad y las necesidades de nuestro prójimo. Sin lugar a dudas, nuestra capacidad, por lo general, es grande en este país. La cantidad de tiempo libre a nuestra disposición es mayor que nunca en la historia norteamericana.

También es indisputable que las necesidades de nuestro prójimo son grandes. Por tanto, debemos practicar las obras de misericordia.

Las siete obras corporales de misericordia no son la única manera de practicar el segundo entre los mandamientos. El catecismo nos enseña que “cualquier trabajo que mitigue las penas corporales o espirituales del prójimo es una obra de misericordia.” Las muy citadas siete son simplemente las principales obras corporales de misericordia. Muchos católicos están familiarizados con ellas, y fácilmente recitarían al menos cinco de ellas de memoria, pero ¿cuántos de nosotros conocemos y practicamos las siete obras espirituales de misericordia? Estas exceden en valor a las obras corporales de misericordia, ya que el alma excede en importancia al cuerpo. Los católicos deben practicar las obras espirituales de misericordia, pero este es un tema para otro artículo.

A la luz de esta breve consideración de la caridad, ¿qué hemos de pensar de la actual moda pasajera de voluntarismo? Primero que nada, entendamos que ningún acto de generosidad produce la gracia santificante si lo realiza alguien que se encuentra fuera del Cuepro Místico o está muerto a la vida de la gracia. Con esto no se quiere decir que tales obras de misericordia no sirven de nada para el agente que las realiza. Si se hacen con una buena intención, producen preciosas gracias actuales, que llevan a la conversión del acatólico o al arrepentimiento del cristiano bautizado que está muerto a la vida de la gracia. La intención, entonces, es importantísima.

Pero ¿qué se puede decir de las intenciones de los voluntarios modernos? Aunque debemos ser cuidadosos de no juzgar a los individuos o de imputar malos motivos a nadie “pues solo Dios puede juzgar el corazón,” no obstante, podemos juzgar una moda corriente. Como veremos, a muchos de los voluntarios de hoy les faltan motivos altruistas. Un artículo del 25 de abril de 1997 del periódico USA Today habló de corporaciones que instan a sus miembros a ofrecer sus servicios como voluntario. El título del artículo, “Buenas obras, buen negocio,” fue indicación de un motivo que está lejos de ser puro. El subtítulo era aun más revelador: “La Norteamérica empresarial se ha unido al voluntarismo por motivos que van más allá de la bondad.” ¿Qué beneficios obtienen estas corporaciones? Una moral más alta para el personal y mayor aprobación del consumidor.

Un ejemplo dado es el de Charles Schwab, una casa de corretaje de descuento, que “gastó 1 millón de dólares en enero para llevar a 900 ejecutivos a San Francisco para que pudieran establecer vínculos afectivos entre sí mientras construían casas y renovaban escuelas en los vecindarios de bajo ingreso.” Tales proyectos en equipo ayudan a los empleados a trabajar mejor en la oficina y permiten que los subordinados desarrollen cualidades de liderazgo. Aun más, el artículo declaró que una encuesta de 1997 había revelado que el 76 % de los consumidores cambiará a marcas o tiendas que parezcan preocuparse por la comunidad. En otras palabras, ¡las iniciativas voluntaristas significan mucho dinero en ofertas de compañía! Los preparatorianos también se están involucrando, en parte porque las horas gastadas en servicio voluntario reportan beneficios en becas y admisiones universitarias. (Sí, también existen los llamados ecologistas, los amantes de la naturaleza que dedican horas y horas a la limpieza del medioambiente.) Quizá no exista un apoyo más aparente, sin embargo, que con las celebridades prominentes. Sin duda, algunos de veras se interesan por el bienestar de su prójimo y utilizan sus riquezas para beneficiar a los demás. No obstante, uno se pregunta cuántos han aprendido que el propugnar una cuasa se traduce en mayor fama y popularidad. Quizá sus esfuerzos voluntaristas acallan la voz de una conciencia por lo demás agitada.

¿Qué hemos de pensar nosotros los católicos tradicionales de todo esto? Nos es que queramos promover una perspectiva excesivamente negativa de nuestra sociedad ni mucho menos. Indudablemente, muchas personas buenas buscan la verdad y la realización en sus vidas. Para ellos, rezamos que sus iniciativas resulten productivas de la gracia y que sus números aumenten. Sin embargo, recordemos que Satanás lucha por “engañar, si fuera posible, aun a los elegidos” (Mt. 24:24). ¿No sería, entonces, algo triste que un católico tradicional mire el voluntarismo de nuestra moderna sociedad norteamericana y lo interprete como una conversión genuina o piense que las cosas están cambiando para el bien? No olvidemos que el Padre de las mentiras puede disfrazarse de ángel de luz y encubrir su maldad con una máscara benigna. No se engañen.

Jesús mismo nos enseñó que en los tiempos finales, la caridad se enfriaría (Mt. 24:12). Recuerden, la verdadera caridad para con el prójimo se encuentra vinculada con el amor a Dios. No puede ser de otra manera. Examinemos nuestra conciencia en lo que se refiere a la práctica de las obras de misericordia, pero también recelemos de las artimañas de Satanás. De manera que un católico versado en las enseñanzas de su fe y observando el movimiento voluntarista de nuestros días no puede más que preguntar: caridad ¿dónde estás?